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domingo, 15 de mayo de 2011

Se llamaban Nike Air y resulta que el Air no era Air

Todo corredor tiene sus demonios, sus fantasmas y sus manías. Existen rituales para antes, durante y después de la carrera. Los casos extremos los encontramos también en las dos modalidades que están en los dos extremos opuestos de la línea que señala la distancia en el programa olímpico: velocistas y maratonianos. Saltadores y lanzadores no se quedan a la zaga, pero esa es otra raza aparte.

En lo que se refiere a las zapatillas de correr, ya me diréis si no: doradas, una de cada color, las que se caen a trozos pero nos da pena desprendernos de ellas... Y si hablamos de marcas comerciales no conozco mayor fidelidad en esta vida que la del corredor con la suya. Se es de las Asics como se es del Sporting, del Madrid o del Barça. Como se es de la Cruzcampo o de la Mahou. Se es de las Adidas como se es del Olímpico de Cafarnaún o del Ribera del Duero. Luego están los de las NIKE y ahí es donde quería llegar, pero antes debo hacer una breve y necesaria introducción.

Como digo en la declaración de intenciones de este blog, una de mis pasiones es la ecología, y aclaro que milito desde la vertiente de quien cree que para revertir el curso de los acontecimientos en nuestro planeta es necesaria más investigación para mejorar el conocimiento de los fenómenos naturales, económicos y sociales. Y si tenemos que quejarnos, hagámoslo con conocimiento de causa.

Pues en esas estamos. Durante las últimas semanas dedico la mayor parte de mi tiempo libre a preparar un ensayo sobre uno de los gases de efecto invernadero más potentes, el hexafluoruro de azufre (SF6). Si echais un vistazo por ahí descubriréis que el daño producido por esta sustancia cuando se libera a la atmósfera es 22.800 veces mayor que el producido por una misma cantidad en masa de CO2. Ya sé que os estaréis preguntando qué tiene que ver una cosa con la otra y ahí va la respuesta: más de lo que nunca pude imaginar.

El SF6, sólo se produce industrialmente y su historia es relativamente reciente. Aunque descubierto hacia 1900, su uso en la industria no comenzó hasta los años cincuenta, pero no es hasta la década de los 80 cuando comienza la etapa de uso generalizado para aplicaciones tan diferentes como el aislamiento en la aparamenta de alta tensión, como aislante térmico y acústico entre los cristales de las ventanas de doble vidrio, en la industria de fundición del magnesio y así hasta un larguísimo etcétera, en el que se esconde una aplicación cuando menos exótica: como gas de relleno en las pelotas de tenis y como amortiguador en las suelas de las zapatillas NIKE. No descarto que algún otro fabricante imitara esta práctica pero no tengo conocimiento de ello.

El caso es que la idea, aparte de mostrarnos lo complicado que es distinguirse de los competidores en un mercado tan apetitoso como este, resulta francamente genial. Estamos hablando de los años 90, cuando aparecen las NIKE Air con una mejora radical en la amortiguación y en la cantidad de energía recuperada al impactar contra el suelo. Todo iba "sobre suelas" cuando en 1995 se descubre el altísimo potencial de calentamiento global del SF6. Tan solo dos años después es incluido en la lista de gases de efecto invernadero del Protocolo de Kyoto.

La multinacional americana reaccionó interrumpiendo la fabricación de uno de los mitos del atletismo y del baloncesto.

En 1997 la producción de las NIKE Air alcanzó su máximo histórico y se estima que el impacto sobre el calentamiento del planeta producido por las zapatillas vendidas ese año durante su ciclo de vida fue el equivalente al causado por el CO2 emitido por un millón de automóviles durante un año.

El daño causado por un kilogramo de SF6 liberado a la atmósfera es el mismo que el que habrá causado el CO2 de mi coche cuando haya recorrido 160.000 km.

Pero no os preocupéis seguidores, forofos, entusiastas, aficionados, usuarios esporádicos y hooligans de las NIKE: podéis seguir practicando vuestra religión y vuestro deporte favorito. Hace cinco años que los chicos de NIKE sustituyeron el gas que elevaba a los cielos a Mikel Jordan por otro completamente inocuo. La lástima es que en esos mismos cielos seguirá el SF6 durante los próximos 3.200 años.

Como dice un amigo mío, "donde estén unas ASICS y una Cruzcampo..."

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