Un espacio dedicado a mis aficiones favoritas: la ecología, la economía, los libros, las radios antiguas y correr por correr.

viernes, 8 de julio de 2011

El Toyota Prius y la vaca tudanca. Réplica de un montañés

Antonino Bueno, montañés de nacimiento, sevillano por convicción y amigo de los que ya no quedan, me envía, a modo de réplica a la última entrada de este blog, los comentarios que siguen.

(Sin ánimo de entrar en polémica, pero por si acaso) 
Con todos los respetos para los samuelson, los kinsey y similares dogmáticos de casi mal vivir, me cuesta mucho trabajo aceptar que las miles de vacas tudancas, suizas y holandesas que pastan en todo el valle de Cabuérniga, (en el que me crié), puedan ser responsables en grado mínimo del problema del cambio climático: por el contrario, cualquier hijo de vecino que tenga dos dedos de frente, asegurará que contribuyen a la vida verde, a la conservación de la naturaleza, a la transmisión de las especies vegetales, (vida), al alimento de nuestros niños y nuestros mayores y al enriquecimiento de miles de ganaderos de la tierra que cada miércoles venden sus vacas y sus terneros en el Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega. No sé si invitarte a conocer estos valles de Cantabria, (o de Asturias o de los Pedroches), porque sé que eres un buen viajero y sobre todo un buen observador, pero a lo largo de toda la zona de Cabezón de la Sal, Mazcuerras, Ruente, Valle de Cabuérniga, Saja... hasta la llegada a Reinosa y más adelante en el Valle de Campóo, las vacas conviven en prados, bosques, montañas de gran pendiente... ¿Que contaminan? Cuando yo salí de aquellos pueblos, mes de julio de 1952, no habíamos oído hablar nunca de cambio climático, de contaminación, de ríos asquerosos, ni de más humos que el de las cocinas económicas de la época. Y seguramente había el doble de vacas que ahora, al menos vacas lecheras. Date una vuelta por este valle, come en cualquier pueblo, bebe agua de las fuentes o de los ríos, piérdete en cualquiera de los bosques de castaños, de hayas, de robles y después ven a darte una vuelta por Madrid, (o por cualquier otra gran ciudad), un día de los muchos en los que la boina de la contaminación abraza a lo largo y ancho de muchos kilómetros esta ciudad y ahoga, (despacio pero nos ahoga), a sus gentes. No es admisible que cinco o cinco mil catedráticos de capital digan que las vacas son las culpables en parte. Respira el aire de aquellos pueblos y bebe sus aguas, incluso la de sus ríos, insisto, y dime la diferencia con el aire y el agua que recibe Madrid, (seguramente de los mejores del mundo) y el aire y el agua que devuelven a los que les rodean: Ahí sí que hay fuentes y orígenes del cambio climático. Vamos, que meterse con las vacas tudancas. Los cogen, a algunos de los economistas, mi tio Pepón, q.e.p.d, o cualquiera de sus convecinos de aquellos valles y los están corriendo a gorrazos, arreándoos con la ahijada, desde la Fuentona de Ruente, allí donde el Saja vuelve a la superficie, limpio y claro, hasta Suances, donde unido a su hermano el Besaya, desemboca en el Cantábrico, guarro y asqueroso, por culpa de los contaminantes industriales, aguas abajo de los valles ganaderos.

Antonino Bueno.

 

 

 

 

 

jueves, 7 de julio de 2011

Toyota Prius Hybrid vs flatulencias de rumiante.

Los economistas analizamos la realidad social a partir de modelos sencillos. Eso se aprende el primer día de clase cuando se estudia el modelo de una economía que sólo produce dos bienes: cañones y mantequilla. El ejemplo es real, en el sentido de que no se me acaba de ocurir a mí, y procede de los libros de economía en inglés de donde pasó sin mayor problema  a otros idiomas.  El grupo americano afincado en España "Guns & Butter \ Cañones y mantequilla" tomó su nombre de esta idea.

Aunque la realidad de cualquier sociedad es complejísima y, por lo tanto, inaprehensible, los modelos sencillos nos sirven para aprender a pensar como economistas. De manera que cuando terminas la formación académica sales de la facultad con una caja de herramientas que sirven para analizar y diagnosticar los problemas. Os puedo asegurar que en la mía eché de menos dos instrumentos importantes: la varita mágica y la bola de cristal. Digo que las eché de menos porque me habrían venido bien para resolver la crisis que nadie sabe cómo resolver y para aconsejar a mi cuñado si es mejor coger una hipoteca en yenes o en euros.

Dice mi amigo Juan M. que estudiar 5 cursos de Economía no te garantiza que ningún economista doctorado por "Intereconomía" se crea peor formado que tú y te rebata hasta los axiomas más elementales de esta ciencia social que, dicho sea de paso, se pueden contar con los dedos de una mano.

Para quienes quieren aprender a pensar como economistas, sin someterse al rito iniciático de pasar por la Universidad y aprobar medio centenar de exámenes mi receta es que lean al menos estos cuatro libros:

  • El economista camuflado de Tim Harford

  • Economía liberal para no economistas y no liberales de Xavier Sala-i-Martin

  • Freakonomics de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner

  • Superfreakonomics de los mismos autores.


Cuando el aspirante vaya cogiendo el tranquillo a la cosa puede leer el manual de economía de Samuelson o el de Fischer, que se imparten en el primer curso de carrera en universidades de todo el mundo sin hacer uso de tratamientos matemáticos complejos.

De la saga freakonomics creo que es más interesante la segunda entrega, a pesar de lo que sentencia el refrán. El título de esta entrada está tomado de un ejemplo que los autores utilizan para desmontar algunos de los mitos del cambio climático. Dicen que si un ciudadano concienciado con el medio ambiente se compra un Toyota Prius Hybrid (el coche de motor de gasolina de menor consumo del mercado) y lo utiliza para ir a comprar comida, si acaba comprando filetes de ternera contribuirá al efecto invernadero en mayor medida que su vecino que conduce un buga del año de la pana para ir a comprar pollo, pescado o verduras. 

La explicación está en que el metano contenido en los eructos, flatulencias y boñigas de vaca y resto de rumiantes es 25 veces más dañino que el CO2 y se demuestra por un sencillo razonamiento aritmético que lo que se ahorra en emisiones en un desplazamiento de un par de km con el Prius se pierde con las emisiones de metano de la vaca.

Como diría José Mota: "Las gallinas que entran por las que salen"  

Otro día os hablaré del cambio climático ¿ciencia o religión?

 

 

 

 

sábado, 2 de julio de 2011

La historia de Nipper

Nipper es el nombre del perro que aparece frente al gramófono en el logo de varias compañías discográficas relacionadas con RCA. Os prometí que os contaría su historia y aquí está.
Nipper frente al gramófono en una de las versiones más conocidas del logo
Nipper nació en Bristol (Inglaterra) en 1884 y su dueño le dio este nombre por su propensión a morder a los extraños en las piernas.  ¡Quién lo diría, con esa carita de angelito! En 1887 muere su dueño, Mark Barraud,  y su hermano menor Francis -un pintor poco conocido- lo toma a su cuidado y se traslada con él a Liverpool donde el terrier conoce el fonógrado, un dispositivo capaz de grabar voces y sonidos en un cilindro de cera y de reproducirlos posteriormente.

La expresión de sorpresa de Nipper tratando averiguar la procedencia de las palabras que fluían de la bocina del artefacto inspiraron a Francis quien en 1998, tres años después de la muerte de su fiel compañero termina un óleo que inicialmente, en un arranque de originalidad, titula "Perro mirando y escuchando un fonógrafo". Poco después, superándose a sí mismo decidió renombralo como "La voz de su amo".

Versión original de la pintura de Francis Barraud de 1998, en la que podemos ver el fonógrafo con su cilindro de cera

Tan orgulloso estaba Francis con su obra que se la ofreció sucesivamente a la Royal Academy, a varias revistas y a la Edison Bell destacado fabricante del invento. Con unos argumentos u otros todos declinan adquirir el óleo. Es por entonces cuando sus amigos le recomiendan que cambie el color negro de la bocina por un dorado más alegre y del gusto de la las gentes de la época. Ni corto ni perezoso allá que se lanza nuestro héroe a mejorar la obra en aras, todo sea dicho, de incrementar su valor comercial. El único inconveniente es que tenía que hacerse con una bocina dorada, pero Francis, que ya sabemos que no es hombre que se arredrase fácilmente, se presenta en la Gramophone Company con el cuadro a cuestas a pedir que le presten un Gramófono "por la patilla".

La suerte quiere que el  gerente de la compañía se interese por el cuadro y le propone comprárselo a condición de que sustituya no solo la bocina sino todo aquel cacharro de la competencia por uno de los modernos Gramófonos que su compañía trataba de popularizar. El hambre, que obra maravillas entre los pintores de 2ª división, le lleva a acceder sin pensárselo y se pone manos a la obra con la nueva "release" de la obra que habría de inmortalizarle definitivamente.

Versión 2.0 de His Master's Voice.

Lo de cambiar el fonógrafo por un gramófono lo solucionó en un decir amén y ello le supuso ingresar 50 libras esterlinas por el cuadro y otras tantas por los derechos de autor. En 1900 la compañía incorpora el cuadro a sus señas de identidad corporativa, pero no es hasta 1907 cuando se decide a adoptar también el título "His Master's Voice" como lema de la compañía.

La fortuna, tan esquiva en tantos trances de la vida vuelve a sonreír a Barraud que recibe el encargo de pintar hasta 24 réplicas de su obra maestra, lo que le permitió empezar a vivir un poco más holgadamente. De su muerte, sucedida en 1924, sacaron tajada otros pintores de la época que se dedicaron a pintar nuevas copias hasta el final de la década. Lo que sucedió después es que aquella imagen se convirtió en el icono de una industria y de una época.

Si te ha interesado la historia, quiero que sepas que la he compuesto a partir de varias fuentes de Internet y que si quieres ver objetos, tiras cómicas, postales y todo lo que tenga que ver con este icono, puedes visitar la página de Nipper Art. No he podido resistirme a reproducir esta muestra.

Hasta pronto.



¿Por qué los maratones reales no miden 42,195 km?

Los últimos maratones los he corrido con cronómetro GPS y, para mi sorpresa, la distancia final medida siempre ha estado por encima de los 4...